jueves, 14 de marzo de 2013


“¡Soy yo, Alicia, soy yo!”

Sobre el ensayo ¿Quién es el monstruo? (análisis del cuento “El almohadón de pluma” de Horacio Quiroga) de Milagros Ezquerro.


Señalare lo que en mi opinión es la estructura que establece el análisis de Ezquerro sobre este cuento, la cual está formulada a través de lo que la ensayista denomina “comunicación entre sujeto productor y sujeto receptor” que se conforma por los siguientes elementos:

Función narradora.

Se trata –nos dice Ezquerro- de un narrador impersonal, que no se identifica con ningún personaje, y por lo tanto, no tiene que justificar sus informaciones. En cierta medida el punto de vista del narrador se acerca al personaje Alicia, aunque en forma distanciada. No se presenta como un narrador omnisciente que perjudicaría al efecto de suspense utilizado.

Se presentan dos justificaciones en el principio de la historia y en el final de la coda explicativa por parte del narrador, que se identifica con un presente de generalidad que es una marca de narrador en primera persona, sin embargo, nos dice Ezquerro, se trata de irrupciones del presente de narración en un relato con narrador impersonal. “Esta leve trasgresión, apenas perceptible, corresponde a una interpelación del narratario, y significa más o menos: después de lo que acabo de decirte, no te puede extrañar que ella adelgazara…Tales interpelaciones veladas al narratario se justifican plenamente por la finalidad del cuento que consiste en comunicar una emoción, lo más intensa posible, al sujeto receptor. Se podría decir, en resumidas cuentas, que escribir un cuento es seducir al lector en tiempo limitado.”


Dosificación de la información.

Entre el principio y el final de la historia hay una escalonación que va marcando el ritmo de la tensión dramática que propone el narrador al sujeto omega.

Se presenta –nos dice Ezquerro- una “doble inversión del dinamismo narrativo: subida de la tensión, relajamiento, y luego una nueva y definitiva subida delata un punto neurálgico de la historia”. Es decir, hay una presentación de los elementos en un primer momento, a continuación una subida de la tensión con el surgimiento de la enfermedad en la protagonista, seguida por un relajamiento con un aparente mejoramiento de la protagonista (en la que tiene lugar un simbolismo con la escena del jardín): “En realidad parece que todo se juega en la escena del jardín, que la caricia de Jordán, por la intensa reacción de Alicia, tiene una significación fuera de proporción con su aspecto anodino. Esa lenta y profunda caricia de la cabeza, por donde la sangre de Alicia va a ser succionada, parece ser un doble anticipatorio de la vampirización a la que la joven se entrega en una dolorosa aceptación del sacrificio.”

A continuación una nuevo y definitvo aumento de la tensión con el empeoramiento de la protagonista, su muerte, el descubrimiento del enigma de la muerte y como parte de lo que Ezquerro llama una segunda etapa del relato junto con el descubrimiento del enigma, una suerte de coda explicativa.

“…a pesar del carácter asombroso de la explicación propuesta, ésta ha sido cuidadosamente preparada por una serie de indicios colocados como jalones anticipatorios a lo largo del texto. La tensión recae con la muerte, pero se trata de un falso final: el descubrimiento de las dos manchitas de sangre hace subir nuevamente la tensión. La sorpresa de la sirvienta, la curiosidad de Jordán se tornan pronto en horror: el peso anormal del almohadón, la decisión de abrirlo, de cortar la funda que ocultaba el enigma, el monstruo. El enigma, evidentemente, sólo podía ser un monstruo.

El cuento podía haberse terminado con esto. Sin embargo, el carácter fantástico del enigma requería, como ya lo hemos dicho, un comentario que lo tornara verosímil: es la función de la coda “científica”.”


Representación del espacio

Hay en el relato –nos dice Ezquerro- “un halo de imprecisión espacial…Nos encontramos en un país sin nombre, en una época sin fecha: tal es la situación típica del cuento de hadas.”

“En realidad, la ausencia de situación espacio-temporal tiene aquí un efecto de generalización que tiende a mostrar que lo que ocurre en este cuento ha de valorarse en un más allá o en un más acá del espacio-tiempo, o quizás en un espacio-tiempo interior.”

El espacio presentado por el narrador se sitúa en la mansión de la pareja de protagonistas, la cual se caracteriza por ser fría, silenciosa, con mucha blancura (decrepitud), semejante a todas las características de un cadáver vaciado de su sangre, además posee un aspecto semejante a los palacios encantados de los cuentos de hadas: “parece un palacio encantado, abandonado hace mucho al letargo de la muerte.”(Hay una analogía con as características del marido: glacial, frio, distante, solitario, severo, impasible, etcétera).

En cuanto al interior de la mansión: se respira un ambiente que ahoga, con luces encendidas todo el tiempo que crean la impresión de la noche interminable.

“Se puede apreciar la notable funcionalidad del tratamiento del espacio en este cuento: en vano buscaríamos un detalle sin estrecha relación con las finalidades globales del relato. Al contrario, la carga simbólica, subrayada en la descripción de la casa, aparecerá todavía mayor cuando se hayan manifestado todas las consecuencias.”


Manejo de diversos estereotipos

Listare los estereotipos que identifico según el análisis de Ezquerro:

Cuentos de Hadas: Se identifica una alusión en el relato a los cuentos de Hadas –nos dice Ezquerro- empezando con el nombre de la protagonista Alicia: “Alicia trae a la memoria la heroína de Lewis Carroll, y connota a la vez la niña “angelical y tímida”, y el género fantástico donde el relato va a inscribirse con las alucinaciones de Alicia y “la prueba de realidad” que constituye el descubrimiento del parásito monstruoso.”

Esta también la mansión conyugal que sugiere un castillo encantado y los monstruos que ve Alicia en sus alucinaciones.

Luna: “Su luna de miel fue un largo escalofrío”. Es un estereotipo harto usado en la Literatura y entre otros muchos significados, refiere la noche y sus misterios. “La “luna de miel” instaura de entrada el reino de la noche en el conjunto del relato.”

Invierno: Es el único dato espacio-temporal que nos ofrece el narrador, la estación del año que connota frio, rigidez, escalofrío, estremecimiento, abandono, etcétera.

Enfermedad y muerte: asociadas con los anteriores: “No hay que olvidar que pronto va a contraer una influenza y que esta palabra proviene de la creencia antigua de la influencia de los astros en los hombres, que se ejercía bajo la forma de la fluencia de un líquido.”

El vampiro: Este ser mitológico es sugerido por el narrador, siendo finalmente la más directa interpretación del relato. “se atrae solapadamente la atención del lector sobre la cabeza de Alicia y el almohadón: durante el último paseo por el jardín, el marido le pasa lentamente la mano por la cabeza; luego ella termina por no poder mover la cabeza” y luego, “la enfermedad que es el punto de partida, pero no la causa, del proceso de muerte se llama “influenza” que, etimológicamente significa “fluencia”, después el texto dice que “se sangraba día tras día” y que la vida se iba en “nuevas oleadas de sangre”.”

Erotismo: Las relaciones sexuales también caben en una posible interpretación del relato, hay un simbolismo marcado en la “trompa” del monstruo chupador de sangre, que penetra en la protagonista.

martes, 12 de marzo de 2013


TROPOS Y MODALIDADES NARRATIVAS EN “AMOR PERDIDO” DE CARLOS MONSIVÁIS

Análisis sobre Amor perdido (Crónica-Ensayo) de Carlos Monsiváis, Editorial Era, México 1979.

INTRODUCCIÓN

Una primera lectura a esta obra de Carlos Monsiváis nos propondrá un recorrido a través de la crónica por diversas figuras públicas del siglo XX en México. Cantautores, pintores, escritores, artistas de la televisión y activistas políticos en general integran una lista de personalidades que representan parte de la historia de nuestro país y que participan en un momento histórico determinado (siglo XX).

Por otro lado, en esta obra el autor nos propone un discurso indirecto que prefiere sugerir con estas personalidades y con otros símbolos, en vez de revelar directamente el proceso de tránsito hacia un intento de madurez autónoma de sociedad. Este discurso indirecto registra una dinámica entre  Permanencia y cambio, en donde los temas que trata se cronican por un lado y por otro son denunciados procesos históricos que permanecen o han permanecido estáticos a lo largo del tiempo y otros que han tenido algún cambio en lo esencial o en la forma.

El presente trabajo tiene por objetivo una revisión analítica del conjunto de crónicas que conforman Amor Perdido (1979) valiéndome de algunos tropos y modalidades narrativas hallados en la obra que son constantemente aludidos o sugeridos por el autor, entendiendo que “lo que Monsiváis dice está inextricablemente entrelazado con cómo lo dice”[1]

Por último, creo pertinente mencionar siguiendo a Linda Egan (2004) que ha existido y existe una confusión o una falta de claridad sobre la obra de Monsiváis en el sentido de clasificarla o en lo anecdótico biográfico o en lo meramente ideológico, debido al principal material de que se sirve en sus obras: la cultura popular. Sin bien es cierto que tanto la anécdota biográfica como el tono ideológico están presentes en la obra de este autor, al quedarse el lector en estos primeros indicios corre el riesgo de no profundizar en el análisis de la obra, como ya lo ha observado Egan (2004) : “Lo que el teórico de la cultura Néstor García Canclini ha observado en las masas como una tendencia a sustituir la crítica textual por la anécdota biográfica (Culturas híbridas, 103) se aplica también a casi todos los críticos, que en número pequeño pero creciente, han escrito sustancialmente sobre las obras de Monsiváis. Aunque lo citan a menudo ensayistas académicos dentro y fuera de México, sobre todo en tratados sociopolíticos o culturales, aunque también en análisis literarios que aluden aspectos estéticos de los escritos de Monsiváis no les han concedido hasta la fecha el tipo de lectura narratológica atenta que suele concederse a novelistas y autores de relatos breves”[2]. Cabe mencionar sin embargo el trabajo de Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado (2008), así como el de la propia Egan (2004) que abonan en contra de la tesis anterior.


TROPOS O MOTIVOS QUE SUBYACEN EN “AMOR PERDIDO”

Como ya lo cite anteriormente la forma y el contenido están conjugados en la obra de Monsiváis, por lo que darse a la tarea de indagar y seleccionar significantes específicos que nos ayuden a elucidar el discurso del autor podía implicar un trabajo incompleto al separar el discurso del cómo es dado dicho discurso. Por otro lado, se corre el riesgo de caer en conceptos abstractos que en última instancia podrían ser la alternativa de interpretación del contenido del texto. Aún con estas dificultades, intentare en el presente trabajo sugerir algunos motivos o tropos que identifico en la obra.

Motivos:            

                                Cultura mexicana del siglo XX

                                Fotografías

                                Centro – Periferia

                                Metonimias


CULTURA MEXICANA DEL SIGLO XX

Aunque los temas que aborda Monsiváis en la presente obra son universales en un sentido amplio: poder social o político, educación, entretenimiento, literatura, lenguaje, artes platicas, etcétera, todos estos se circunscriben a un espacio y un tiempo determinado, que en este caso es el México del siglo XX, por lo que para entender hasta cierto punto el semiotopo textual se vuelve un imperativo para el ideotopo omega o receptor tener un panorama de la cultura mexicana del siglo XX.
        
“Amor perdido” de Monsiváis está elaborada con recortes de la historia mexicana, por lo que el motivo cultura mexicana del siglo XX es el primero que en mi opinión debe subrayarse para tener un mejor acercamiento a la misma. Cuando se alude en la obra a Agustín Lara y José Alfredo Jiménez se alude a la canción (composición y música) mexicana, cuando lo hace a David Alfaro Siqueiros lo hace a la plástica mexicana, cuando a José Revueltas  y Salvador Novo a la literatura mexicana y así con cada uno de los personajes cronicados, Gustavo Díaz Ordaz en la clase gobernante, Fidel Velásquez en el activismo sindical, Benita Galeana, Joel Arriaga, Ramón Danzós Palomino e Hilario Moreno Aguirre como dirigentes de sectores de izquierda en México, Raúl Velasco, Irma Serrano e Isela Vega en la farándula de la televisión en México. Cada uno de los personajes corresponden a sectores diversos de la cultura del México del siglo XX y su participación en esta antología no es en forma alguna gratuita, pues corresponden a distintas expresiones que dejaron huella en sus diversas actividades, circunscribiéndose a una ideología determinada o representándola a través de sus obras, opiniones, comportamientos o personalidad en general, aunque en muchas ocasiones contradiciéndose y siendo infieles a dichas ideologías, dando forma con esto al título de la obra: Amor perdido. Un amor o relación original hacia una forma de pensar y opinar que es trastocada. Cómo en el caso de David Alfaro Siqueiros y su ferviente comunismo vulnerado por adscribirse al oficialismo del estado, o Salvador Novo originalmente representante de una inclinación sexual distinta a la heterosexualidad y por ello señalado y discriminado para finalmente adscribirse en sus años de madurez física e intelectual al poder gubernamental y abjurar en artículos de las preferencias sexuales distintas:

“Novo, aferrado al perdón, se burla de los subversivos, halla en la amistad de la oligarquía su mayor vanagloria, renuncia incluso a la defensa de su tribu. Al producirse en octubre de 1955 una polémica por la prohibición de una obra sobre lesbianas, Novo interviene para hablar de “libertinaje”, de proteger al público de los “instintos sórdidos”, del derecho de las autoridades a velar por moral y buenas costumbres. Tal degradación llega a lo perfecto:
Si de tales conceptos [moral, buenas costumbres] no tuviera la custodia el gobierno, sería invalido su derecho a perseguir  a los ladrones, a encarcelar a los asesinos, a castigar a los delincuentes. En una palabra, a reprimir las manifestaciones antisociales, de cualquier especie que sean, y así acudan al sagrario del arte para en él guarecerse como un ladrón que se refugia en la iglesia […] Que advenga el día en que los platillos exóticos repugnen libremente a nuestra robusta salud. (Salvador Novo)” [3]
Es con estas inconsistencias ideológicas en los distintos personajes que nos son presentados y con la imagen de los funerales de varios de ellos como telón de fondo, como Monsiváis nos sugiere una posible significación del título de la obra y su inseparable vínculo con el nombre de México y su proceso histórico en varias décadas del siglo XX.

FOTOGRAFÍAS

La memoria de Carlos Monsiváis es como una cámara fotográfica que nos dota no sólo de diversas imágenes de nuestra cultura, sino además de esas mismas imágenes desde distintos ángulos. Por otro lado, el concepto “imagen” tiene un papel central en la obra de Monsiváis como recurso periodístico por excelencia en el cual está formado el autor.

Si la cultura mexicana del siglo XX me parece el primer tropo o motivo por el cual se debe empezar el análisis de la obra de este autor, las “fotografías” como imágenes tanto en revelado como en palabras es un siguiente motivo importante que compone su discurso. Amor perdido es como lo mencione anteriormente un conglomerado de imágenes (en palabras) de nuestra cultura, acudimos a un concierto de José Alfredo Jiménez, acudimos a una entrevista a Agustín Lara, a una conferencia de prensa de Gustavo Días Ordaz, al encarcelamiento de José Revueltas, al asesinato de líderes de izquierda, a un programa televisivo de Raúl Velasco, a la elaboración de una crónica de Salvador Novo, etcétera, pero al mismo tiempo asistimos a través de estas imágenes a muchas otras que son indirectamente sugeridas en el texto: Agustín Lara saliendo de un burdel, Díaz Ordaz leyendo decenas de periódicos, Revueltas en una junta del comité de su partido y así sucesivamente. La producción de imágenes que producen otras imágenes es vastísima en la obra de Monsiváis. Sin esta alusión de imágenes y los infinitos espejos en que se reflejan y que le acaban de dar el tono o estilo muy particular a la obra de este autor, su discurso podría encuadrarse a la estrechez de la anécdota biográfica.

Si bien Monsiváis recurre a la descripción de imágenes como modalidad narrativa enriqueciéndolas con un lenguaje culto y crítico, llevándonos a ver a través de este lenguaje nuevas imágenes que no observábamos a priori, siguiendo la opinión de Moraña y Sánchez Prado sobre el lenguaje que utiliza Monsiváis: “Su lenguaje crítico al mismo tiempo exalta y relativiza el hecho que revela; apunta, prioritariamente a lo contingente, acotado, mínimo, al tiempo que propone, como un doble registro, una reflexión más honda y más difícil sobre la trascendencia del fenómeno, sus significaciones múltiples, a menudo insospechadas, y su incidencia profunda a distintos niveles de la vida social.”[4] Por otro lado Monsiváis en Amor perdido denuncia la imagen estática, la imagen que sirve a una cultura de la apariencia y la superficialidad material, moral e intelectual y lo hace a través de este mismo recurso narrativo, el cronicar la imagen:

La vivienda y la moda son declaraciones inobjetables de status, voluntad y representación sociales. Lo que quede fuera de la moda que no entre a la        vivienda.
La caridad – ayer como ahora - primero es una representación y luego una concesión. Se teatraliza el dinero, la superioridad moral, la decisión de aliviar (periódicamente) las penas. Se concede la foto y la quietud ante las gratitudes circundantes.[5]
No se puede entender la obra de Monsiváis sin el desfile de imágenes que nos presenta en sus crónicas y la fiesta que hace de las mismas, utilizándolas al mismo tiempo para entregarnos una mirada aguda y crítica de la realidad.

CENTRO – PERIFERIA

Entre los polos centro y periferia oscilan gran parte de las significaciones de la obra de Monsiváis. Para comprender el vaivén dentro de Amor perdido en diversos temas es de gran ayuda tener presente esta divergencia entre el centro y la periferia.

En el centro podemos ubicar a la alta cultura, el oficialismo gubernamental, el machismo, el cristianismo y la moral emanada del mismo, el poder económico, el lenguaje depurado, las clases sociales privilegiadas, el cosmopolitismo y convencionalismo social, el nacionalismo y la historia oficial, la opinión e ideología oficial, etcétera. En el otro extremo, en la periferia encontramos la contraparte, la cultura popular, las manifestaciones y sectores de oposición al oficialismo gubernamental, las mujeres, la heterodoxia religiosa y las heterodoxias sociales (homosexuales, prostitutas, grupos de protesta, etcétera), los pobres, el lenguaje de la calle, las masas o proletariado, los indígenas y “peladitos urbanos”, distintas formas de concebir el proyecto de nación y opiniones críticas de la historia nacional y en general distintas maneras de pensar y expresarse.

Monsiváis ideológicamente inclinado hacia la periferia no tiene reparo en inmiscuirse en uno u otro polo como recurso o modalidad narrativa que todo lo incluye y todo lo devela. Un ejemplo claro de estas modalidades narrativas en Amor perdido es el título mismo de la obra que corresponde al título de una canción popular del compositor Pedro Flores y en general en toda la obra se encuentran aludidas distintas canciones, baste que la antología de crónicas incluye a dos cantautores famosos. Pero al mismo tiempo está representada la alta cultura a través de la poesía, por ejemplo en las página 70 y 71 donde son citados poemas de Antonio Plaza y Manuel Acuña. La poesía está constantemente presente en la intertextualidad de la obra, emane ésta del verso de una canción ranchera o del lenguaje más depurado de la alta cultura.

Otra forma de representar el centro es a través de la ciudad, de lo cosmopolita asociado con la moda y el mercado de compra y venta. La urbanidad con sus representaciones arquitectónicas y su cultura del espectáculo y de la apariencia aparece reiteradamente aludido en la obra, háblese de los grandes bailes en la época porfiriana, las notas de sociales en los periódicos de medio siglo o el vigente auge de los artistas de televisión a finales del siglo XX. Por otro lado la periferia es aludida en la obra como manifestación de lo ínfimo, lo excluido y atrasado, tanto las periferias de las ciudades como el ámbito rural quedan en las márgenes por la imposibilidad de acceder a la representación de urbanidad y de la moral imperante:

Una garantía indispensable de la élite: la exclusividad, múltiple signo que contiene a las tribus salvajes, las masas rechazadas a las cuales oponer la grandeza de una civilización y la traza de una ciudad, el cerco psicológico y real de las clases dominantes. En toda América Latina, la ciudad principal o primada es una cadena de hechos autoritarios, el cuidadoso y meditado amor a formas de vida que condensan y perpetúan formas de poder.[6]

La ciudad cómo símbolo del poder en sus diferentes manifestaciones es ironizada por el autor, pero la esencia o fundamento de dicho simbolismo de poder, es aun mayormente parodiada -la moral imperante- que subyace en dicho centro:

En un mundo dominado y habitado por las sensaciones puramente exteriores: orgullo social, discreción social, júbilo socialmente controlado y repartido, displicencia social. Los sentimientos individuales ni pueden fragmentarse ni importan demasiado. Si no es para anunciar una gran pasión, disponer metódicamente de “vida interior” es un lujo inadmisible. No hay introspectiva, no hay caracterología: hay porfiristas, un puñado de mexicanos apoderados del fin y el principio del siglo, la sociedad cortesana en un país colonial, la tradición que encarna, se preserva se multiplica como el baile de carnaval donde todos fuesen ataviados para una ceremonia de coronación y hubiese la consigna de no permitir ruido alguno.[7]
Este centro, símbolo del poder y sus diversas manifestaciones: el poder político, económico e ideológico son puestos de manifiesto en el discurso monsivaíta como parte del ejercicio social que han ejercido diversos sectores en nuestra cultura. Por otro lado la alienación en las masas es de igual forma parodiada a través de diferentes manifestaciones sociales como el culto al melodrama, al poder adquisitivo, al prestigio social o el poco ejercicio intelectual.

Una de estas manifestaciones del centro es la moral imperante en nuestra sociedad, que nos refiere el autor, es hija de una ideología cristiana totalizadora y hermanada de un nacionalismo fabricado por los regímenes posrevolucionarios que han utilizado estrategias represivas contra cualquier forma de disidencia que no se ajuste a la norma establecido por dicha moral.

Estas disidencias ubicadas en la periferia, llámense gays, manifestantes, mujeres, no católicos, etcétera son subrayados por el autor en la nota roja como estrategia de ocultamiento:

Cientos de protestantes fueron victimados, heridos, desfigurados, y la historia oficial nada recogió porque nunca se ha interesado en el destino de las minorías. El genocidio ejercido contra la minoría protestante quedó en silencio o se le confinó al arrumbadero de la nota roja en donde se han privilegiado casi todas las represiones (finalmente políticas) ejercidas contra disidencias de cualquier índole, trátese de comunistas o radicales en un país capitalista y cristiano, de protestantes en un país católico, de homosexuales en un país de machos. La nota roja es la conversión de los actos represivos en meros hechos de sangre para escandalizar y tranquilizar a los lectores: los campesinos son acribillados por los latifundistas, a los pastores protestantes se les asesinó ante la impotencia de su familia, los homosexuales son victimados por individuos que encarnan las tremendas presiones y prejuicios del culto inmóvil y rencoroso de la norma.[8]
Finalmente el centro no descuida el quehacer intelectual fabricando según Monsiváis una historia oficial a través de la manipulación y el ocultamiento acorde con los intereses de empoderamiento de los regímenes posrevolucionarios, generando un nacionalismo fabricado en gran medida por la sacralización de los héroes históricos y la pobreza de análisis, critica y reflexión en los programas de educación pública.  Esto ha traído como resultado una amnesia histórica como recurso adaptativo por parte de las mayorías en nuestra cultura.

Esta polaridad centro-periferia como modalidad narrativa utilizada por el autor y la inclusión en su texto de recursos de la cultura popular como la canción ranchera y el bolero sirve a un doble propósito: otorgarle coherencia ideológica a su obra como lo hace Puig con su novela el beso de la mujer araña (1976), pero además más allá de pretender equilibrar el valor de la cultura popular con la alta cultura en un intento de democratización, es reconocer que la oralidad de donde proviene la escritura es una sola, nutriéndose la alta literatura de cualquier forma de la misma y quedando de manifiesto que la barreras impuestas o autoimpuestas son resultado de ideologías imperantes.

METONIMIAS

Según la definición del diccionario de la lengua española metonimia se define como: Tropo que consiste en designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada, etcétera. Este concepto se aplica a los tropos o nombres que Monsiváis nos propone en Amor perdido como pretextos o símbolos a partir de los cuales Monsiváis parte a su exploración de procesos históricos que tienen lugar en nuestra cultura en el siglo XX y que tienen sus raíces en siglos anteriores.

Hay finalmente en Amor perdido un cuestionamiento del proceso de desarrollo de una sociedad emergente y por lo tanto clasista, cerrada, hermética y sus avances hacia una sociedad madura. Tanto la ironía, la parodia, la poesía, la canción y demás recursos narrativos inmiscuidos en la intertextualidad de la obra, tienen una función metonímica que busca desentrañar del registro de la anécdota biográfica un agudo análisis de los procesos de cambio y permanencia en nuestra cultura.

La realidad aparente o mejor dicho los datos históricos que nos ofrece una historia oficialista y anecdótica es puesta en movimiento en el discurso de Monsiváis permitiéndonos a través de una lectura atenta observar un registro de la realidad que no es posible hacer en la crónica habitual.





[1] EGAN, Linda, Carlos Monsiváis, Cultura y Crónica en el México Contemporáneo, México: FCE, 2004, pág. 25
[2] Ibidem, pág.24 y 25
[3] MONSIVÁIS, C., Amor perdido, Ediciones Era, México 1979, pág. 289 y 290

[4] MORAÑA, Mabel, SÁNCHEZ PRADO, Ignacio, El arte de la Ironía, Carlos Monsiváis ante la crítica, Coedición UNAM y Editorial Era, México 2007, pág. 10
[5] (Monsiváis, 1979), op. cit., pág. 158 y 18
[6] (Monsiváis, 1979), op. cit., pág. 158
[7]  (Monsiváis, 1979), op. cit., pág. 18
[8] Ibidem, pág. 178