La traducción me parece que es uno de los
mejores ejemplos que nos ilustran sobre la múltiple participación de
sujetos como coautores de una obra. El idioma como sistemas de
signos lingüísticos se acompaña del idiotopo de los hablantes, que a la
vez cambia a través del tiempo. Lograr trasladar un texto de un idioma a otro
cargando en dicho traslado, el idiotopo y semiotopo del autor y por tanto del
texto es una empresa imposible, si se la piensa como
mera transcripción de signos lingüísticos y sus significados
primarios. El traductor lleva a cabo una tarea de interpretación en la que en
el mejor de los casos logra en parte acercarse al sentido de la obra original.
Pero tal vez, es en estas aproximaciones de lectura de las obras traducidas, en
donde se crea un nuevo espacio de significación que podría tornarse fecundo.
En una ocasión le
preguntaron al autor portugués António Lobo Antunes sobre algunos pasajes de su
obra traducida al español, a lo que él contesto: "no sabía que yo
escribiera tan bien".
En este agregado
que realiza la traducción a la obra original se re significa el
semiotopo de la obra y al mismo tiempo es posible perder ciertos matices, pero en
este perder y ganar se genera una movilidad del texto que le es benéfica.
Hola Tomás. Concuerdo en que la traducción resulta una empresa difícil, considero que el traductor se debe empapar de la obra en general, concer todos los pormenores de la obra (semiotopo) y del autor (ideotopo), si fuera necesario vivir como si fuera el productor alfa, no es exageración, pero se debe personificar en el autor. Es una empresa monumental, sin embargo considero que se puede realiizar una traducción casi objetiva de la obra.
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